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  • Viaje a la Patagonia Profunda

     

    Sobre la tierra de esa estepa patagó­nica, el horizonte es infinito. Todo es naturaleza y no se ve rastro al­guno de civilización, ni antigua ni de ningún modo imaginado. Tampoco se escuchan ruidos, solo retumba el so­nido del viento y, cuando este cesa, solo se oye quizá el cantar de algún pájaro. Llegar a la parte superior de esta meseta, a 1400 me­tros de altura sobre el nivel del mar, en plena pampa del pedregal, aislado y detenido en el tiempo. Estar parado allí genera una mezcla de emociones: por un lado, la maravilla del paisa­je te cubre como un bálsamo y te sentís bien; pero por otro lado, la perturbadora sensación de estar ante una tierra primigenia, en el confín de tus percepciones, aparece un atisbo de inquietud, de miedo existencial como de que esa tierra te succiona o que tu cuerpo toca un límite que no existe.

    Pensás varias cosas. Por ejemplo, que se trata tan solo del miedo a lo desconocido en un ámbito inmenso y verdaderamente agreste. O que este es el miedo arcaico, del hombre ante la magnitud de la naturaleza, esa histeria de soledad, tan antigua como el hombre mismo. Esas ideas medio locas, como que eso sería entrar un par de metros —dos o tres— en las mentes prehistóricas de los ca­zadores recolectores que se animaron a subir por esas cuevas, esos huecos, Pungo, como el primitivo hombre de las cavernas, sos vos, ahí, frente al fiordo jurásico!

    Naturalmente, uno sacude la cabeza, sonríe, suspira profunda­mente, y eso sí: el grupo de guanacos curiosos que se quedan mirando…

    Habíamos llegado a esta región de la provincia de Santa Cruz por invitación de la Fundación Flora y Fauna, una ONG de ciudada­nos argentinos interesados en la defensa de áreas protegidas con un accionar en la adquisición y donación de esas superficies al país. Luego de haber participado activamente en la creación de nuevos Parques Nacionales, Flora y Fauna acaba de donar 500 hectáreas en Perito Moreno, al noroeste santacruceño, para sumarse al territorio actual del parque.

    Además del interés por su conservación, la Fundación desarrolla acciones de impulso económico y social de las localidades a través del turismo en la naturaleza. Junto con Guido Vittone, coordina­dor local de Flora y Fauna, la idea es hacer un proyecto turístico relevante de la región —la zona comprendida por la meseta del lago Buenos Aires y sus alrededores— con el objetivo de ver qué posibilidades se podían ofrecer a los viajeros que se acercan en busca de verdaderas aventuras, que en esta Patagonia profunda ciertamente están presentes.

     


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  • Por las tierras del Macá

    En 2008, Juan Carlos Chebez escribía en las “Reflexiones en voz baja” de su gran obra Los que se van: “Bonito y perdido en las lagunas barridas por el viento, el macá tobiano sigue enfrentando su destino como siempre, en soledad”. Y desde esas páginas convocaba a naturalistas, biólogos y administradores de recursos para que trabajaran por esta especie. Porque hasta entonces los estudios sobre la situación de estas aves acuáticas habían sido escasos y aislados, aunque se sabía que sus poblaciones tenían problemas.
    El macá tobiano (Podiceps gallardoi), descrito en 1974 por el naturalista Mauricio Rumboll, es una ave acuática endémica de la Patagonia que en los inviernos visita la costa atlántica y en los veranos nidifica en lagos y lagunas de las mesetas de altura de la provincia de Santa Cruz. Fue en los años siguientes al mensaje de Chébez que especialistas de distintas disciplinas pertenecientes a las organizaciones Ambiente Sur y Aves Argentinas, con el apoyo de técnicos de Parque Nacionales, realizaron un exhaustivo conteo de la especie y dieron la voz de alarma: en poco más de dos décadas la población había decrecido un 80 por ciento. Comprendieron que era necesario establecer un área protegida que abarcara por lo menos parte de los ambientes que el macá utiliza para su reproducción.


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  • La invención de la Inmensidad

    La aridez de la meseta se vio acrecentada en su historia reciente por su uso como lugar de veranada del ganado lanar en busca de pasturas. De esta forma aunque hoy no es muy amigable con nosotros, muchos años atrás sí lo fue con los pueblos originarios que la usaron como su territorio de caza, además es muy importante para el ecosistema local ya que contiene especies únicas e irrepetibles, y la dureza del terreno la convierten en un espacio ideal para la conservación de agua, en ella se multiplican las pequeñas lagunas. En algunas de esas lagunas vive precisamente el macá tobiano, similar a un pato, muy famoso y hoy día ya un emblema del conservacionismo en la provincia porque está en peligro de extinción y porque fue una de las especies que, procurando resguardarla, dio motivo a la creación del parque.
    Esto último es de reciente data: fines de 2015. Uno de los actores destacados en el origen del Parque Nacional Patagonia es la Fundación Flora y Fauna, desprendimiento de la Conservation Land Trust del fallecido filántropo y ambientalista Douglas Tompkins.
    Precisamente, propiedad de Flora y Fauna es la Estancia la Ascención, cuyo casco da al Lago Buenos Aires y es de donde partimos con destino a la meseta. De unas 20 mil hectáreas la fundación la compró con fines de preservar y regenerar el ambiente natural del lugar para que en un futuro cercano sea incorporada al Parque Nacional.
    Aquí los guanacos son los dueños del lugar, curiosos, observadores, miran, siguen, vuelven a mirar. Entonces una de las primeras acciones de la fundación fue y es sacar los alambrados en los campos, para que vuelvan los grandes animales como los guanacos y los choiques, y con ellos sus predadores. La cuestión literalmente es de vida o muerte, caminando por los campos se suelen ver guanacos muertos colgando enredados de los alambrados que aún quedan. La estancia es ideal para tomarla como base de los trekkings, pero también para obtener información de la zona a través de integrantes de la fundación, y también para conocer las particularidades de una típica estancia patagónica. Aunque ya no funciona como estancia ganadera, se han conservado las piletas de lavado de ovejas y los galpones de esquila. También hay un pequeño centro de interpretación con fotos, y la posibilidad de hacer un mini trekking por un sendero que conduce a la playa del lago Buenos Aires. Entonces a partir de la creación del Parque Nacional, que toma parte de la meseta, comenzaron a incentivarse los circuitos a esta zona muy poco conocida de la Patagonia. De allí partimos en 4×4 en un ascenso entre rocas y mallines, hasta que la barda de la meseta nos obligó a bajarnos de la camioneta y a caminar. Ahora, aquí arriba, rodeados de los penachos de coirones, de verdes neneos -o colchón de suegra por lo pinchudos- y el olor alimonado de la senecia vagamos en busca de aventuras en la que tendremos la posibilidad encontrar petroglifos y puntas de flechas antiquísimas, y también al macá tobiano cuyo extraordinario y ampuloso cortejo de apareamiento se hizo viral en las redes sociales.


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  • Una ruta escénica para descubrir

    Mesetas, cañadones, estepa, todo seco. Agua, lagos, arroyos y de pronto el bosque. El denominado circuito Parque Patagonia (del lado argentino es parque nacional y del chileno aún es reserva privada) invita a explorar paisajes vastos y antiguos. “El recorrido abarca el pueblo de Perito Moreno, Cueva de las Manos, Bajo Caracoles, Lago Posadas, Paso Roballos, Valle Chacabuco y la confluencia de los ríos Baker y Neff; también los pueblos chilenos de Guadal, Mallín y Chile Chico”, describe Marian Labourt, perteneciente a la Fundación CLT, que es quien está impulsando este circuito binacional. “La idea es hacer una ruta escénica recorriendo portales turísticos y realizando distintas actividades para conocer la naturaleza, la cultura, los tan variados paisajes de la zona y el refugio del macá tobiano, ave que estuvo en peligro de extinguirse.”
    Vamos por la ruta 40 y vemos coirones, guanacos, montañas que no terminan nunca. El viaje recién ha comenzado y tenemos una cierta ansiedad, para qué negarlo… pero en dos horas allí estaremos porque ese es el tiempo que transcurre para ir desde el pueblo de Perito Moreno hasta la famosa Cueva de las Manos en la provincia de Santa Cruz. “Están a punto de conocer a los primeros artistas de la Patagonia”, dice Natalia, la guía, mientras nos ofrece cascos blancos y nos cuenta que el río Pinturas proviene del deshielo y que fluye hacia el río Deseado que desemboca en el Atlántico. A los pocos metros de caminar ya nos encontramos con manos de distintos tamaños porque toda la familia tenía el hábito de pintar. Manos que viven allí –algunas– desde hace 9.300 años y que parecen pintadas con aerosol. Bueno, es que hay bastante de eso, sólo que un poco distinto porque la técnica era la siguiente: colocaban la pintura en la boca, apoyaban su mano en la pared y soplaban. Así de sencillo, así de antiguo. “Es el negativo de la mano”, recalca la guía. “Nunca usaron la técnica más fácil que era el positivo, o sea pintarse la mano y apoyarla luego. Y los pigmentos utilizados eran minerales molidos mezcla dos con sangre, agua y orina.”


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  • Los Antiguos, un oasis en la estepa patagónica

    Siglos atrás, el cambiante paisaje austral y los rigores del clima obligaban a los pobladores originarios del noroeste de Santa Cruz a practicar el nomadismo en procura de sustento. Recién en el ocaso de sus vidas, los tehuelches y las etnias que los precedieron elegían el saludable microclima de la región como su lugar de reposo definitivo. Los ecos de esa y otras tradiciones ancestrales permanecen arraigadas entre sus descendientes, cobijados por los valles que reverdecen la estepa y se fusionan con los colores intensos de la fruta fina para decorar las calles y jardines de Los Antiguos.
    En el confín occidental de la meseta, reposada en Santa Cruz desde el borde del mar hasta los primeros pliegues que exhibe la Cordillera, el primer impacto visual sale disparado como un flash que encandila a los visitantes desde el cantero central de la avenida San Martín. Ese jardín público de 1 kilómetro de largo perfila este oasis patagónico, que enseguida se amplifica en las calles semiocultas por hileras de álamos.
    En realidad, la tupida arboleda resguarda el mayor secreto que sustenta el resurgimiento del pueblo: Los Antiguos tocó fondo el 13 de agosto de 1991, cuando las erupciones del volcán Hudson sepultaron 10 millones de hectáreas de Cordillera, valles, lagos, ríos y estepa bajo un grueso manto de azufre y ceniza. Décadas después, ese sedimento nocivo para el ganado y los cultivos se transformó en el mejor abono de las parcelas revitalizadas de las chacras agroturísticas, donde florecen cerezas, frutillas, guindas y frambuesas.


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  • Circuito Binacional Parque Patagonia

    Importante y reconocida estancia cuyos campos conectan la costa del Lago Buenos Aires con el borde de la Meseta del mismo nombre. En su casco histórico tuvieron lugar importantes episodios del poblamiento de la región. Añosas cortinas de álamos conducen al lago y la histórica matera invita a compartir historias.
    La Ascensión posee una gran cantidad de mallines y pastizales en buen estado de conservación y flora nativa arbustiva de gran porte. Es una muestra representativa de distintos ambientes altitudinales en la estepa. En su paisaje se puede interpretar el pasado geológico reciente. La zona es refugio de vida silvestre ideal para el avistaje de fauna y sus lagunas son un imán para los observadores de aves. Los senderos en La Ascensión permiten recorrer distintos ambientes entre el lago y la meseta, invitando a imaginar el tránsito de los pueblos originarios por ese lugar en el pasado. Sus miradores naturales ofrecen amplios panoramas de la Cordillera de los Andes y distantes horizontes de la estepa patagónica.


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  • El Arca de la Estepa

    A 1.700 metros de altura, en la planicie de la meseta del lago Buenos Aires, en la provincia de Santa Cruz, el cielo se toca con las manos y el viento puede arrasar los cuerpos con fuerza violenta. Desde el fin del Pleistoceno, el hombre transita por esta geografía imponente y deja sus marcas. Aún se encuentran, por ejemplo, los instrumentos de obsidiana que se usaron miles de años atrás para tallar dibujos en los murallones de roca. Junto a los antiguos petroglifos, que todavía están muy poco estudiados por los arqueólogos, un peón escribió también su nombre: ATILIO. Fue un tal Atilio Méndez, un puestero que secuestró a una india tehuelche para hacerla su esposa. Y de eso ya pasó como un siglo. Pero ahora, nuestras pisadas sólo se confunden con las de los guanacos y las de las aves que moran en las lagunas. Somos grandes y pequeños a la vez. La meseta tal vez sea uno de los mejores secretos de la Patagonia. Tallada fisonómicamente por la interacción de las erupciones volcánicas y de las glaciaciones, supo ser en el siglo XX sitio de verano del ganado lanar, que se comió con tanta voracidad las pasturas de este suelo pedregoso que quedó todavía más árido, casi desértico. Sin embargo, sigue siendo una “isla biológica”, como un arca de Noé de la estepa. Y eso es porque aquí suceden cosas irrepetibles.

    Una de ellas es la presencia de un ave pequeña, que se puede confundir con un pato, aunque es sólo un pajarito zambullidor, capaz de bucear como un submarinista al alimentarse. Se llama macá. Hay varios tipos. Pero el macá tobiano es el que se convirtió en un símbolo de la provincia. Su foto está en todos lados, como si fuera la de un equipo de fútbol. Y hay una razón: es muy bello, pero sólo quedan unos 800. O menos. En invierno, vuela hasta la ría del río Santa Cruz, y en verano regresa aquí, a las lagunas. Pero si hay mucha vinagrilla (una planta acuática de la zona) las pasa por alto. Y si hay muy poca, también. Por lo tanto, sus ambientes están tan fragmentados, que sus posibilidades de supervivencia se reducen. La presencia de especies exóticas, como la trucha (que se come la famosa vinagrilla) y el vizón, contribuyeron también a poner a la especie casi al borde del colapso.


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  • Un viaje a la Patagonia La Nación.

    Al fin solos: un viaje a la Patagonia menos conocida

    La lejanía, las distancias y la aridez preservan a la región andina del norte de Santa Cruz como uno de los grandes paraísos naturales del país. Un nuevo circuito, compartido con Chile, permite explorarla en pocos días.


    El chofer del auto apenas tuvo tiempo de parar sobre el camino de ripio. ¡Un puma! El animal ya había saltado hacia el monte al borde del camino. Al reparo de la vegetación, sin embargo, se tomó el tiempo de mirar a los intrusos que interrumpieron su plan de caza. Luego de comprobar que no se trataba de depredadores y que nadie vendría a pelearle el rebaño de guanacos cercano, se alejó tranquilamente, lo suficiente como para dejarse sacar unas fotos.


    El chofer del auto apenas tuvo tiempo de parar sobre el camino de ripio. ¡Un puma! El animal ya había saltado hacia el monte al borde del camino. Al reparo de la vegetación, sin embargo, se tomó el tiempo de mirar a los intrusos que interrumpieron su plan de caza. Luego de comprobar que no se trataba de depredadores y que nadie vendría a pelearle el rebaño de guanacos cercano, se alejó tranquilamente, lo suficiente como para dejarse sacar unas fotos.
    La escena parece improbable, pero es íntegramente de primera mano. Le puede pasar a cualquiera que se anime a recorrer las inmensas soledades del noroeste de la provincia de Santa Cruz. Lejos de El Calafate (unos 700 kilómetros), el turismo masivo nunca llegó a Los Antiguos, Perito Moreno y menos aún a Lago Posadas.
    La ruta 40 apenas roza esta comarca: “Si los viajeros no paran a recorrer esta región es más que nada por falta de información”, dice Guido Vittone, coordinador de la Fundación Flora y Fauna para el Parque Nacional Patagonia. Este porteño se instaló hace varias décadas a orillas del lago Buenos Aires y se convirtió en uno de los mejores conocedores y promotores de la región. Es uno de quienes prepararon el nuevo circuito que puso en pie y difunde su fundación, junto con el Conservation Land Trust (CLT) del fallecido ambientalista Douglas Tompkins. Hace meses que recorre la zona y la plasma sobre el mapa que se entrega desde hace algunas semanas a los viajeros de paso. Esta ruta se puede considerar como la novedad turística del verano en el sur.

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  • Circuito Parque Patagonia

    Descrubrí el circuito Parque Patagonia
    En tu recorrido por la Ruta 40 te recomendamos que planees una parada en Perito Moreno, Santa Cruz, y a partir de allí descubrí este circuito binacional de 500 km y su amplia variedad de paisajes y atractivos. Es que el Circuito Parque Patagonia reúne dos parques naturales en la Patagonia de Argentina y Chile. En este maravilloso y gigantesco recorrido se conjugan la estepa Patagónica, la meseta del Lago Buenos Aires, grandes lagos como el Posadas y los compartidos entre Argentina y Chile como los lagos Buenos Aires-General Carreras y Pueyrredón-Cochrane. También la transición bosque-estepa, volcanes, alta montaña y glaciares, los cañadones del Río Pinturas y el Caracoles en Argentina, en Chile los ríos Baker y Neff con sus rápidos y actividades de rafting, kayak y canoas, senderos de trekking en el Portal La Ascensión y Portal Río Pinturas del lado Argentino y en los portales Casa de piedra y Valle Chacabuco. Y por si eso fuera poco, tesoros arqueológicos como Cueva de las Manos en Argentina, petroglifos en la meseta del lago Buenos Aires y pinturas rupestres en el Portal Jeinimeni en Chile.

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