A 1.700 metros de altura, en la planicie de la meseta del lago Buenos Aires, en la provincia de Santa Cruz, el cielo se toca con las manos y el viento puede arrasar los cuerpos con fuerza violenta. Desde el fin del Pleistoceno, el hombre transita por esta geografía imponente y deja sus marcas. Aún se encuentran, por ejemplo, los instrumentos de obsidiana que se usaron miles de años atrás para tallar dibujos en los murallones de roca. Junto a los antiguos petroglifos, que todavía están muy poco estudiados por los arqueólogos, un peón escribió también su nombre: ATILIO. Fue un tal Atilio Méndez, un puestero que secuestró a una india tehuelche para hacerla su esposa. Y de eso ya pasó como un siglo. Pero ahora, nuestras pisadas sólo se confunden con las de los guanacos y las de las aves que moran en las lagunas. Somos grandes y pequeños a la vez. La meseta tal vez sea uno de los mejores secretos de la Patagonia. Tallada fisonómicamente por la interacción de las erupciones volcánicas y de las glaciaciones, supo ser en el siglo XX sitio de verano del ganado lanar, que se comió con tanta voracidad las pasturas de este suelo pedregoso que quedó todavía más árido, casi desértico. Sin embargo, sigue siendo una “isla biológica”, como un arca de Noé de la estepa. Y eso es porque aquí suceden cosas irrepetibles.
Una de ellas es la presencia de un ave pequeña, que se puede confundir con un pato, aunque es sólo un pajarito zambullidor, capaz de bucear como un submarinista al alimentarse. Se llama macá. Hay varios tipos. Pero el macá tobiano es el que se convirtió en un símbolo de la provincia. Su foto está en todos lados, como si fuera la de un equipo de fútbol. Y hay una razón: es muy bello, pero sólo quedan unos 800. O menos. En invierno, vuela hasta la ría del río Santa Cruz, y en verano regresa aquí, a las lagunas. Pero si hay mucha vinagrilla (una planta acuática de la zona) las pasa por alto. Y si hay muy poca, también. Por lo tanto, sus ambientes están tan fragmentados, que sus posibilidades de supervivencia se reducen. La presencia de especies exóticas, como la trucha (que se come la famosa vinagrilla) y el vizón, contribuyeron también a poner a la especie casi al borde del colapso.
Importante y reconocida estancia cuyos campos conectan la costa del Lago Buenos Aires con el borde de la Meseta del mismo nombre. En su casco histórico tuvieron lugar importantes episodios del poblamiento de la región. Añosas cortinas de álamos conducen al lago y la histórica matera invita a compartir historias. La Ascensión posee una gran …
Mesetas, cañadones, estepa, todo seco. Agua, lagos, arroyos y de pronto el bosque. El denominado circuito Parque Patagonia (del lado argentino es parque nacional y del chileno aún es reserva privada) invita a explorar paisajes vastos y antiguos. “El recorrido abarca el pueblo de Perito Moreno, Cueva de las Manos, Bajo Caracoles, Lago Posadas, Paso …
Sobre la tierra de esa estepa patagónica, el horizonte es infinito. Todo es naturaleza y no se ve rastro alguno de civilización, ni antigua ni de ningún modo imaginado. Tampoco se escuchan ruidos, solo retumba el sonido del viento y, cuando este cesa, solo se oye quizá el cantar de algún pájaro. Llegar a …
La aridez de la meseta se vio acrecentada en su historia reciente por su uso como lugar de veranada del ganado lanar en busca de pasturas. De esta forma aunque hoy no es muy amigable con nosotros, muchos años atrás sí lo fue con los pueblos originarios que la usaron como su territorio de caza, …
El Arca de la Estepa
A 1.700 metros de altura, en la planicie de la meseta del lago Buenos Aires, en la provincia de Santa Cruz, el cielo se toca con las manos y el viento puede arrasar los cuerpos con fuerza violenta. Desde el fin del Pleistoceno, el hombre transita por esta geografía imponente y deja sus marcas. Aún se encuentran, por ejemplo, los instrumentos de obsidiana que se usaron miles de años atrás para tallar dibujos en los murallones de roca. Junto a los antiguos petroglifos, que todavía están muy poco estudiados por los arqueólogos, un peón escribió también su nombre: ATILIO. Fue un tal Atilio Méndez, un puestero que secuestró a una india tehuelche para hacerla su esposa. Y de eso ya pasó como un siglo. Pero ahora, nuestras pisadas sólo se confunden con las de los guanacos y las de las aves que moran en las lagunas. Somos grandes y pequeños a la vez. La meseta tal vez sea uno de los mejores secretos de la Patagonia. Tallada fisonómicamente por la interacción de las erupciones volcánicas y de las glaciaciones, supo ser en el siglo XX sitio de verano del ganado lanar, que se comió con tanta voracidad las pasturas de este suelo pedregoso que quedó todavía más árido, casi desértico. Sin embargo, sigue siendo una “isla biológica”, como un arca de Noé de la estepa. Y eso es porque aquí suceden cosas irrepetibles.
Una de ellas es la presencia de un ave pequeña, que se puede confundir con un pato, aunque es sólo un pajarito zambullidor, capaz de bucear como un submarinista al alimentarse. Se llama macá. Hay varios tipos. Pero el macá tobiano es el que se convirtió en un símbolo de la provincia. Su foto está en todos lados, como si fuera la de un equipo de fútbol. Y hay una razón: es muy bello, pero sólo quedan unos 800. O menos. En invierno, vuela hasta la ría del río Santa Cruz, y en verano regresa aquí, a las lagunas. Pero si hay mucha vinagrilla (una planta acuática de la zona) las pasa por alto. Y si hay muy poca, también. Por lo tanto, sus ambientes están tan fragmentados, que sus posibilidades de supervivencia se reducen. La presencia de especies exóticas, como la trucha (que se come la famosa vinagrilla) y el vizón, contribuyeron también a poner a la especie casi al borde del colapso.
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Importante y reconocida estancia cuyos campos conectan la costa del Lago Buenos Aires con el borde de la Meseta del mismo nombre. En su casco histórico tuvieron lugar importantes episodios del poblamiento de la región. Añosas cortinas de álamos conducen al lago y la histórica matera invita a compartir historias. La Ascensión posee una gran …
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Mesetas, cañadones, estepa, todo seco. Agua, lagos, arroyos y de pronto el bosque. El denominado circuito Parque Patagonia (del lado argentino es parque nacional y del chileno aún es reserva privada) invita a explorar paisajes vastos y antiguos. “El recorrido abarca el pueblo de Perito Moreno, Cueva de las Manos, Bajo Caracoles, Lago Posadas, Paso …
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Sobre la tierra de esa estepa patagónica, el horizonte es infinito. Todo es naturaleza y no se ve rastro alguno de civilización, ni antigua ni de ningún modo imaginado. Tampoco se escuchan ruidos, solo retumba el sonido del viento y, cuando este cesa, solo se oye quizá el cantar de algún pájaro. Llegar a …
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